2,400 horas después


Por Godo de Medeiros | Fotografía X: @BArevalodeLeon

El próximo 25 de abril cumplirá Bernardo Arévalo de León 100 días al frente del gobierno y sus logros, increíblemente, superan a lo hecho por Jimmy Morales y Alejandro Giammattei entre 2016 y 2024; es decir, en ocho años o su equivalente en horas a 70,080.


La primera gran diferencia del gobierno de Arévalo respecto de sus antecesores la constituye indudablemente la afortunada decisión de desmantelar la cultura de guarida delincuencial que supusieron las talanqueras y cercos metálicos que durante las administraciones de Morales y Giammattei impidieron el libre acceso de la ciudadanía al Palacio Nacional de la Cultura y Casa Presidencial. 


Aquel hecho pareciera superficial, pero en realidad es de fondo.


Tras el resultado electoral del 25 de junio de 2023, Arévalo y su Movimiento Semilla fueron puestos en la mira de una estrategia de guerra poco convencional cuya visión estratégica era impedir que los carteles internacionales del crimen organizado pusieran en peligro sus negocios con un gobierno diametralmente opuesto a lo que fueron los de Morales y Giammattei.


Es bastante probable que al crimen organizado internacional le sea indiferente Arévalo y Semilla, pero no a quienes en su nombre empezaron a operar a grandes zancadas para impedir primero que ganara el balotaje y luego la toma de posesión, así como la vigencia del partido político, pues todo parece indicar que se están jugando hasta la vida por sabrá quién qué tipo de acuerdos o cantidades exorbitantes de dinero recibidas de parte de ignotos.


La estrategia, basada principalmente en la guerra jurídica, incluyó distintas tácticas como el abusivo e injustificado aumento de precios en los productos de la canasta básica desde agosto de 2023. De hecho, hasta los teléfono públicos dejaron de aceptar las monedas de 25 centavos y las compañías Claro y Tigo aumentaron a Q6 las recargas de tiempo de aire que cuestan Q5.


Las rentas de locales comerciales y de apartamentos aumentaron también en casi un 60% al igual que los medicamentos de consumo masivo (presión alta y baja, gastritis, colesterol, glucosa, por ejemplo).


Y como si el daño infligido a la población y a su paupérrima economía no fueran suficiente cosa, los incendios forestales han sido provocados sin duda alguna como parte de aquella perversa estrategia a juzgar por una declaración del congresista Álvaro Arzú Escobar en la que casi celebró que "los incendios son la metáfora de un gobierno que se está destruyendo a fuego lento". ¿Un gobierno que no lleva ni tres meses operando merece ser "destruido a fuego lento"?


Pudiendo haber nombrado a los gobernadores departamentales como en su momento lo hicieron los dos últimos gobernantes, Arévalo prefirió ceñirse a la ruta trazada con el desmantelamiento de las trincheras de las guaridas delincuenciales y ha permitido que las cosas se hagan atendiendo la opinión de las comunidades.


Haber destituido a la ministra de Ambiente y Recursos Naturales por abusar de su cargo al satisfacer un exceso de narcisismo de su hija habla muy bien del Presidente y constituye otra enorme diferencia en relación con sus predecesores.


La Ley de Atención Integral del Cáncer en Guatemala, el anunciado convenio con la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) que abastecerá medicamentos al sistema de salud pública constituyen dos pasos trascendentales en el cumplimiento de los deberes del Estado.


Para nada intrascendente fue la intervención directa del mandatario ante las altas autoridades del Comité Olímpico Internacional (COI) que reivindicó el derecho de los/as atletas de la disciplina a participar en nombre de su país de origen.


Es cierto. 


Se percibe demasiada ansiedad en la población respecto al tema fundamental a resolver. Y es que el Ministerio Público (MP), la Corte de Constitucionalidad (CC) y la Corte Suprema de Justicia (CSJ), hordas denominadas eufemísticamente "actores corruptos y antidemocráticos" por la comunidad internacional, son piezas clave en el impulso de la estrategia y no resulta nada cómodo liarse contra éstas por tratarse de un problema cuya solución entraña una respuesta global de la magnitud que exige la lucha contra el cambio climático.


Por ahora, Arévalo ha dado muestras de ser un presidente con actitud de estadista y su sabiduría se hace notar en un actuar sensato y diligente del que carecieron Morales y Giammattei. Claro está, Arévalo no es un cualquiera. Heredero de una fortuna invaluable, sabe perfectamente que no debe ni en broma permitirse empañar un legado tan nítido e histórico como el del doctor Juan José Arévalo Bermejo.

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