Sobre aviso no hay engaño/Parte II


 

Por Godo de Medeiros / Imagen: @carbonvivo

Pueda que Miguel Martínez  no tenga las habilidades de un cabildero o de un consejero político, pero es a quien Alejandro Giammattei ha confiado las llaves de su alma y de otros tantos recovecos. Ni Sandra Torres ni Roxana Baldetti, en los sucesivos gobiernos de Álvaro Colom y Otto Pérez, habrían tenido el poder que ahora tiene este joven que en menos de cuatro años pasó de pobre a millonario, según investigaciones del medio VoxPopuli.


Para octubre de 2022, el también conocido como Miguelito había convencido a por lo menos 240 alcaldes en todo el país para que apoyaran a los candidatos del oficialista partido Vamos a cambio de abundantes recursos incluidos en un presupuesto nacional que el Congreso pudo haber aprobado a mediados de ese año si así lo hubiera deseado.


Hasta ahí todo iba bien con los financistas y promotores de Zury Ríos, a quien mantenían como top of mind en el mercado electoral gracias al trabajo de comunicadores y de ciertos influentes que incluso publicaban textos aparentemente "negativos" u "ofensivos" en torno a la hija del general Efraín Ríos Montt. La idea era, en la jerga de los galleros, llevarla a segunda vuelta y "soltarla" contra Sandra Torres, la eterna "gallo de chinga" de las elecciones guatemaltecas.


Con las cortes de Constitucionalidad y Suprema de Justicia, el Ministerio Público, la Procuraduría de los Derechos Humanos y el propio Tribunal Supremo Electoral funcionando a servicio, Miguelito se ocupó nada más del equipo de campo que habría de cubrir las tareas previas al 25 de junio de 2023.


Pero serían los resultados de las encuestas publicadas en mayo en que las discordias se manifestaron, cuando el as bajo la manga del oficialismo, Carlos Pineda, apareció en primer lugar, lo que provocó la ira de Manuel Baldizón, dueño del partido Cambio, del que en principio Pineda fue presidenciable.


Sandra Torres y Miguelito habrían intervenido para que a Pineda se le proporcionara el partido Prosperidad Ciudadana, pero al ver las encuestas de Nuestro Diario y Prensa Libre el pacto entre los tres grupos sufrió más grietas y comenzó a desplomarse.


Un empujoncito faltaba nada más.


Con la encuesta de Prensa Libre publicada a menos 72 horas de las elecciones generales, el grupo de Zury Ríos dio por finalizada la luna de miel y tomando en cuenta lo experimentado de sus equipos, conformados por elites equivalentes a las del Club Bildelberg, impusieron la narrativa del fraude electoral y advirtieron a las cortes y al tribunal electoral atenerse a las consecuencias en caso su candidata no pasara a segunda vuelta.


No obstante, nadie en su sano juicio tenía entre sus cálculos más elucubrados el advenimiento de Bernardo Arévalo y Karin Herrera, el binomio del Movimiento Semilla, en el balotaje.


La ira, pero sobre todo la frustración y la mezquindad de los perdedores, se desataron.


La lawfare o guerra de leyes se ha intensificado tanto como las fake news o noticias falsas contra un binomio que ha roto con lo establecido en los procesos eleccionarios. Solo el doctor Juan José Arévalo, el padre de Bernardo, fue capaz de generar tanta ilusión y empatía entre la población como ellos.

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