Minuto 90: "¡Vente arriba, porterito!"

 

Por Godo de Medeiros/Imagen: PxHere

En los primeros años de la década de 1980 me tocó pitar un partido entre los equipos de futbol de las comunidades Cromo y Cruz, del departamento de El Progreso. Éramos entonces ingenuos adolescentes que no medíamos las consecuencias de nuestro propio entusiasmo por ser felices en las regiones áridas de la campiña guatemalteca.


El partido empezó casi a las cinco de la tarde y no a las tres, porque el árbitro no apareció finalmente.


Tuve que sacrificarme como delantero del equipo de Cromo y agarré el gorgorito sin más conocimiento de las reglas del arbitraje que el sentido común.


Mi hermano mayor se había colocado en la portería y en el primer tiempo le metieron dos goles, uno de ellos en un clarísimo fuera de lugar que no pité porque no lo vi. Y pese a sus incontestables reclamos, no lo expulsé porque era mi hermano y porque el equipo de Cromo solo tenía 10 jugadores en el campo y los de Cruz 11, pues en aquellos territorios no era fácil juntar jugadores para recambio en esos tiempos.


En la segunda mitad tomó el puesto de mi hermano un joven flaco de mirada melancólica a quien se le habían reventado los zapatos.


Lo que contaré en adelante vino a mi mente por el cierre de esta campaña electoral dominada por el miedo, la arbitrariedad, la avaricia y la manipulación; al mismo tiempo, y acaso porque las redes sociales hacen más inmediata la información (y la desinformación), es la campaña en la que queda evidenciada la calamidad de una democracia en donde el "derecho a ser electos" es una farsa, debido a la desigualdad de recursos económicos entre unos y otros competidores.


Determinado a redimir "sus errores", mi hermano hizo el gol del descuento en los linderos del crepúsculo.


A partir de aquello las acciones devinieron bruscas y tuve que expulsar a dos jugadores por equipo, incluido a mi hermano, a quien le estaban cometiendo demasiadas faltas que acabaron enojándolo, con sobrada razón.


La penumbra se extendió sobre el campo terroso y en el minuto 90 pité un tiro de esquina a favor de Cromo. 


Y debido quizás a los nervios que me atacaban sin misericordia alguna, volteé a ver al flaco de la mirada melancólica y grité haciéndole una señal con la mano en alto: "¡Vente arriba, porterito!".


El saque fue rechazado por la defensa de Cruz cuando de repente veo que viene corriendo hacia el borde del área el muchacho y le pega a la pelota con una fuerza descomunal que me hizo soplar el gorgorito con toda la fuerza de mis pulmones y señalé hacia el centro del campo validando el gol sin que la pelota hubiera cruzado la portería todavía. 


Lo hice porque en la cara del porterito vi el dolor que sintió al romperse los dedos del pie izquierdo por el puntazo que le dio a la pelota y porque alguna vez en la vida no es ingrato ser injustos cuando vemos el esfuerzo de la gente que no da por perdida una batalla y que arriesga todo por cumplir un deber hacia su equipo, su comunidad y su gente. 


¡Claro que fue gol, el 2 a 2!


Mis ojos no lo habían visto, pero sí mi corazón.

1 Comentarios

  1. Muy bueno siempre disfruto las narraciones de Godo de Medeiros grande maestro

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