Érase una vez la inteligencia humana


Por Godo de Medeiros 

Cuando a mediados de la década de 1940 fue creada la primera computadora, muchos países de Europa estaban bajo los escombros provocados por la II Guerra Mundial que perdió la Alemania de Adolfo Hitler frente a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) dirigida por José Stalin, quien lideró en el terreno de operaciones al victorioso eje de países Aliados.

Aquella década convulsa habría de parir dos herramientas ineludibles para las guerras del futuro: el espía y la internet.

Sorprendido por las habilidades tácticas y estratégicas, pero sobre todo por el carácter determinado de los combatientes soviéticos, Estados Unidos, parte fundamental de los Aliados contra los nazis alemanes, se volteó contra la URSS y apenas finalizado aquel conflicto provocó el surgimiento de la Guerra Fría.

En aquel contexto de asombrosos avances científicos y tecnológicos, el espía desempeñó un papel clave en el acopio de información y en la provocación de discordias, desconfianzas y temores en las filas enemigas a través de la desinformación.

El impacto psicológico del falseamiento fue de tal magnitud que Stalin fue impelido a cometer errores imperdonables que décadas más tarde llevarían al fracaso a sus sucesores y a la propia escisión de la URSS en los albores de la década de 1990, cuando el uso de la computadora comenzó a masificarse y la internet dejó de ser el arma secreta militar para pasar a dominios públicos.

La computadora e internet dieron vida primero al correo electrónico, luego a las páginas y sitios electrónicos y posteriormente a la telefonía celular o móvil hasta desembarcar en las redes sociales y aplicaciones informáticas previo al advenimiento de los sistemas de inteligencia artificial como ChatGPT, GPT-3, GPT-4 y Dall-e, de la compañía OpenAI, propiedad del estadounidense de origen judío Samuel Altman.

ChatGPT ha despertado ya los mismos temores que en su momento lo hiciera el uso de la bomba atómica y acaso sus efectos en la humanidad sean tan horrorosos como las explosiones en Hiroshima y Nagasaki.  

El propio Altman, creador de la herramienta cibernética, se ha sumado ahora al más de un millar de científicos que sugieren una tregua en los avances de los experimentos con inteligencia artificial.

Elon Musk, dueño de SpaceX, Tesla y Twitter, así como Steve Wozniak, cofundador de Apple, han pedido detener por seis meses los avances de los entrenamientos de estos sistemas que supondrían graves riesgos para la sociedad y la humanidad.

Al temor de que la desinformación y la falsedad a gran escala ganen terreno con las variantes de ChatGPT, por ahora se suma el hecho bastante probable de que miles de ingenieros, matemáticos, administradores de empresas, periodistas, corredores de bolsa, analistas financieros, escritores, diseñadores y abogados, entre otros profesionales, acaben desempleados y se conviertan en reliquias de museo.

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