La obstinación de Estados Unidos contra Cuba

Por Godo de Medeiros

El 10 de diciembre de 1948 fue proclamada la Declaración Universal de los Derechos Humanos sin que en la mayoría de países que integran la Organización de las Naciones Unidas se vea todavía la puesta en práctica de los 30 artículos de que consta.

La efeméride nos hace reflexionar acerca del sufrimiento del pueblo cubano por el bloqueo económico que desde 1962 sucesivos gobiernos estadounidenses le han impuesto.

En la historia de los Estados Unidos hay episodios crueles e indecibles, pero también momentos de esplendor que fueron clave para que aquel país llegara a ser lo que actualmente en economía, ciencia y tecnología, gracias a los gestos compasivos de quienes horrorizados por el ensañamiento en contra de las poblaciones indígenas propusieron una convivencia armónica que luego se desvelaría en una literatura cuya mejor tradición se sucedería en el tiempo con hermosas plumas que van de Harriet Wilson a Ernest Hemingway, pasando por una lista extensa donde destacan Walt Whitman y Toni Morrison, indudablemente.

El pueblo estadounidense es admirable por su creatividad y laboriosidad, por ese carácter osado y por la calidez y buena voluntad que le permitieron a Abraham Lincoln alcanzar una estatura universal.

No obstante, aquella grandeza encarnada en sus artistas y en sus escasos pero suficientes líderes políticos responsables y honestos ha sido traicionada y envilecida por la avaricia y perversidad de demócratas y republicanos que en lugar de servir a su pueblo se someten a los intereses de sus financistas radicados en Miami, Florida, desde donde pareciera que deciden, con odio y mala voluntad, la política de Estados Unidos hacia Cuba.

Fidel Castro, el líder de la revolución cubana, triunfó en 1959 porque no era un ser mezquino sino un hombre honesto y valeroso cuyos principios, que llevó invictos hasta el último instante de su vida, forjó en la juventud estudiando la historia de Cuba, a la que más tarde redimió con una victoria ejemplar sobre una monstruoso dictadura tutelada por Estados Unidos.

El bloqueo económico, que lleva 60 años, es una manera cruel de vengar una derrota a manos de un grupo de jóvenes revolucionarios. Es un acto de esclavitud degradante para los propios Estados Unidos, pues envilece los mejores gestos de su historia que la convirtieron en una potencia mundial.

Cuba no es hoy una potencia, pero es un país grande a pesar de ese asfixiante embargo económico, comercial, financiero y tecnológico que prevalece como resabio de una Guerra Fría que se acabó hace varias décadas. 

Cuba fue el único país de América Latina y el quinto a nivel mundial que produjo una vacuna contra la covid-19 a pesar de sus ingentes necesidades económicas. Este acontecimiento trascendental no hubiera sido posible sin las bases sociales, culturales y científicas logradas por la revolución.  

Lo que hizo grande a Fidel, y que no debería de seguir irritando a los políticos estadounidenses, es que debido a su renuncia a todo tipo de bienes materiales para sí mismo, se propuso desarrollar a Cuba sobre la base de cinco áreas nada más: educación, salud, cultura, arte y deporte. Tal el secreto de la revolución, no hay otro. 

Y a pesar del bloqueo, Cuba figura dentro de los países latinoamericanos que mejor puede aportar al desarrollo económico, científico y social del continente, por su excelente infraestructura educativa y científica, y sin dudas es la nación desde la cual han despuntado interesantes acciones para enfrentar con determinación el cambio climático y el surgimiento de nuevas enfermedades a causa de la destrucción irracional del medio ambiente.

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