Bolsonaro y Trump perdieron, pero acabaron ganando

Texto | Godo de Medeiros

Los resultados codo a codo en las elecciones generales de octubre en Brasil y las de medio periodo ahora en noviembre en Estados Unidos reflejan el alto crecimiento de electores que simpatizan con los discursos afectos al odio y a la negación de derechos, constituyéndose a la vez en una muestra lamentable del retroceso cognitivo que ha experimentado la humanidad desde el advenimiento de las redes sociales que al masificar la interacción acabaron alejándola del conocimiento científico y de la sana crítica.

En lo que puede interpretarse como una cruzada contra la democracia y la paz social, Jair Bolsonaro pretendió la reelección presidencial infundiendo miedo al pueblo brasileño con la ayuda de dirigentes evangélicos neopentecostales que alentaron el racismo y las fobias que tristemente fueron respaldadas, acaso de manera involuntaria, por aclamados futbolistas que surgieron de los barrios más pobres de la potencia económica suramericana.

Por su parte, Donald Trump hizo lo propio tratando de que sus candidatos republicanos a las gobernaciones y cámaras del Congreso de los Estados Unidos se impusieran por aplastante mayoría a sus primos demócratas, echando mano de ese discurso patentado por el fascismo y cuyas franquicias siguen lucrando con la ignorancia en todo el mundo.

A Bolsonaro lo derrotó la frialdad de las estadísticas de su gestión presidencial marcada por el desfalco de las finanzas públicas, la destrucción de los recursos naturales y la notoria incapacidad de generar prosperidad y desarrollo para una población que al final de su mandato acusa un 30% de pobreza extrema, una cifra proporcionalmente opuesta a lo que su contendiente, Inácio Lula da Silva, logró positivamente para su país cuando lo gobernó entre 2003 y 2011.

En lo que a Trump respecta, su derrota simbólica al no logra su pronosticada aplastante  mayoría en las recién finalizadas elecciones de mitad de mandato, contrario a lo que pasó en Brasil, no representa sin embargo una buena noticia para el pueblo estadounidense que seguirá sufriendo las consecuencias económicas del excesivo gasto en la guerra de invasión a Rusia desde Ucrania y la consecuente disminución de las inversiones en salud, educación, vivienda y puestos de trabajo.

Claro está, los dos mayores referentes de la extrema derecha en el continente americano han capitalizado sendos triunfos al incrementar la masa de simpatizantes de la corrupción y el fascismo cohesionados en un discurso que tiene como palabras clave un puñado de mentiras contra una inexistente amenaza  del comunismo y una también inexistente amenaza de una agenda globalista (con la que denominan las luchas legítimas de los grupos ambientalistas, de mujeres y de la diversidad sexual).

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