El bacanal electoral de los políticos mendigos

Texto | Godo de Medeiros

La victoria de las cámaras empresariales sobre la reforma tributaria propuesta por el presidente Vinicio Cerezo en 1987 socavó el experimento democrático inaugurado dos años antes y abonó el terreno para que en adelante la corrupción y la impunidad florecieran asombrosas e imparables.

Después de su triunfo, el grupo de empresarios que dirigió la conspiración institucionalizó, además de la elusión y evasión de impuestos, el soborno como método para obtener beneficios, contribuyendo a desprestigiar la práctica política y convirtiendo el sistema de partidos en una actividad mercantil despreciable.

Paralelamente, desplegó un plan para desmantelar el Estado y otro para romper la resistencia social, infiltrando y sobornando a las organizaciones sindicales y populares que logró debilitar induciendo la discordia y la desconfianza en la lógica contrainsurgente de las operaciones psicológicas.

Teniendo al gobierno democristiano maniatado e imposibilitado para echar a andar sus planes desarrollistas y socializantes, aquellos hombres de negocios estimularon, consciente o inconscientemente, el empoderamiento de los grupos importadores y exportadores de drogas y el de las gremiales de asaltabancos y de secuestradores.

La inclemencia de las campañas negras (tan idénticas a las que hoy día inundan las redes sociales impulsadas desde los Netcenter para difamar a los opositores de los criminales) desviaron la atención pública hacia las amenazas del comunismo de Vinicio Cerezo y ocultaron convenientemente las atrocidades que se cometían como consecuencia de las decisiones que había tomado el reducido grupo de ricos en nombre de los empresarios y de la libre empresa.

Escuelas, institutos, hospitales y centros de salud, al igual que la Universidad de San Carlos, empezaron a derruirse tan aceleradamente como la democracia que ilusionó al 68.5 % de los electores que acudieron a las urnas en 1985 a votar por la Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG).

Jorge Serrano Elías sería el elegido de la cúpula empresarial y de los evangélicos pentecostales para asentarse sobre los escombros del brevísimo periodo democrático. Su primer paso en el gobierno fue eliminar el derecho de la clase trabajadora a la indemnización universal por tiempo de servicio y el segundo fue enriquecerse ilícitamente. 

Ramiro de León Carpio, su sucesor, le cortó el oxígeno al Estado trasladando a los bancos privados la función del Banco de Guatemala de financiar las inversiones públicas. Pero sería Álvaro Arzú quien le daría el tiro de gracia al privatizar las empresas estratégicas (electricidad y telefonía, entre otras) vitales para impulsar el desarrollo desde el Estado.

Sin los ingresos de las empresas públicas que podrían llenar el vacío dejado por la elusión y evasión de impuestos, ¿qué sentido tenía entonces esforzarse por llegar a ser presidente, diputado o alcalde en un país cautivo? Permítaseme suponer por un lado que el sentido o la necesidad estaría en llegar para revertir las cosas o simplemente para administrarlas. Esto último, desgraciadamente, prevaleció.

Con un Estado decrépito, sin presencia en áreas estratégicas, y con un alto porcentaje de población adoctrinada para rechazar la educación, los avances científicos y las ideas de desarrollo sobre bases democráticas, la mendicidad acabó sustituyendo la práctica de la política como herramienta para transformar las desigualdades.

El objetivo de fondo de quienes conspiraron contra la democracia ahogándola meses después del parto en 1985 se ha cumplido. Hoy tienen el poder absoluto con la ayuda de políticos mendigos que han convertido la figura del partido político en carrozas de desfile y el proceso electoral en un bacanal al que lamentablemente acuden como sirvientes personas empobrecidas que contribuyen a empobrecer todavía más a sus propios familiares y vecinos distribuyendo baratijas y llenando listados de afiliación para que los pordioseros de los hombres de negocios tengan el carruaje con el que aspirar a convertirse en el próximo saqueador de los dineros públicos.

Y entonces, ¿qué hacer?

Si la gente digna y honorable forma equipo alrededor de un solo propósito, el de batallar contra corruptos y corruptores, las posibilidades de una victoria en las próximas elecciones están en el horizonte. Todo depende de la disposición a renunciar sinceramente al egoísmo y la pedantería, a la comodidad personal y a esas especificidades que son valiosas y necesarias, sin dudas, pero que sin lo primero seguirán siendo irrealizables.

No se trata de proponer ingenuamente alianzas o coaliciones en donde históricamente no ha sido posible. El sentido común y la capacidad creativa despejarán el camino y ya aparecerá el vehículo adecuado. 

Hablar de gente digna y honorable no necesariamente supone referirse a gente famosa o identificada ampliamente como parte de un sector o de alguna institución u organización. Hay que ver más allá de eso.

1 Comentarios

  1. Recuerdo lo de Cerezo: en la sexta avenida manifestaron en vehículos de último modelo los ricos y atrás, casi empujándolos iban muchos sindicatos. Me dio tanto coraje que pensé que en Guatemala era imposible la democracia a través de las urnas.

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