Había una vez... ¡Y ahora ni eso!

Texto Godo de Medeiros

Frente a las despiadadas y copiosas acusaciones de que a los guatemaltecos nos circula horchata y no sangre en las venas, no queda otra que asumir con humildad que así es, aunque, como en todo, siempre hay espacio para las aclaraciones. Y es que ese lugar común nos retrata como indolentes o cobardes ante la embestida del grupo de malhechores que retomó en Guatemala el poder económico, militar, político, religioso y diplomático.

Hasta hace algunas décadas, tuvimos por lo menos la buena disposición de desafiar a los gobernantes y compañía limitada o el arrojo de enfrentar a las fuerzas de seguridad con lo que se tuviera a la mano (incluidas las armas). Esplendores de jornadas que se marcharon en un vagón del tiempo.

Antes, por lo menos, había el recurso de la marcha o la manifestación, del panfleto y la barricada. Los cercos a la comunicación eran grandes y no obstante hasta los chaparros los saltaban como un Javier Sotomayor. Las convocatorias de los colectivos sociales reunían a decenas de miles de personas en las calles y hasta existía una clase acomodada que si bien entonces como ahora prefería ver la acción en la tele al menos apoyaba las luchas contra los abusos del poder (hoy ni siquiera hace pío, pío ante el aumento al precio de la gasolina). En fin, antes hubo incluso reyes feos universitarios tan audaces como astutos para dirigir sus putazos líricos a la sien de los malhechores. 

Hoy día, no obstante, hasta la diplomacia de la escapadita se ha banalizado.

Antaño, cuando un funcionario contrataba los servicios de una meretriz lo hacía con sus propios recursos y no con el erario público. Las meretrices se hallaban exclusivamente en casas de citas o lupanares y eran damas honorables que incluso invitaban a los tacos y tragos antes que exigir caletas con millones de dólares o propiedades y vehículos de lujo ni mucho menos pedir que las nombraran al frente de una gerencia o magistratura en los poderes estatales a sabiendas que esos caprichos serían costeados con el dinero de los contribuyentes. Eran pocos (no la mayoría) los políticos que metían mano a las arcas nacionales para mantener contentas a sus amantes y aquellas eran mujeres honradas además. ¡Meretrices así, tristemente, ya no quedan o quedan unas cuantas!

Hasta la conducta de los homosexuales era diferente.

Hubo huecos de alcurnia (y también del lumpen de la burguesía y del proletariado) que solían manejar sus carros en la Sexta para "levantar chavos" que luego llevaban a las salas de adultos 3 o a comer hamburguesas o pizza, pero con dineros propios y no del erario público (muchos eran funcionarios públicos o asesores ministeriales), según algunas amigas que me cuentan que conocieron a varios de esos tipos que sufrían terriblemente cuando ciertos muchachos los desdeñaban. Sufrían hasta el llanto y la humillación, como uno que se habría cortado las venas varias veces por un joven a quien conquistó con un lujoso apartamento y un auto nuevo de fabricación alemana que pagó, hay que ser justos al decirlo, con los bienes de su herencia y no con los del Estado. Se diría, entonces, que se trató de huecos decentes que hicieron de la sodomía una práctica, digamos, no depredadora del Estado al cuidarse ellos de no caer en la vulgarización de comprar placer con los dineros del pueblo.

Todavía quedan personas que recuerdan los procederes decorosos de los delincuentes de antes que se abstenían de matar o de herir a sus víctimas después de arrebatarles sus objetos de valor. Hasta los bancos eran ingeniosos cuando a las cuentas de ahorro o monetarias que tenían, por ejemplo, un saldo semanal de Q223.37 las cuadraban en Q223.27 y nadie alegaba nada, porque "que le roben a uno así, no se siente". Y cómo no recordar la conducta de las maras (la 33 y la Five, básicamente), que distaban totalmente de la crueldad excesiva de las actuales.

En resumen, no es que uno extrañe aquellas conductas o procederes (en cualquier caso nos quedamos con lo expuesto en el segundo y tercer párrafos) sino que vale la pena de vez en cuando revisar el pasado para tener una idea de cómo nos caerá el siguiente aguacero y quizás hasta para regocijarnos porque al menos en el costal de nuestra memoria había una vez. ¡Y ahora ni siquiera eso!   


3 Comentarios

  1. Buen artículo, objetivo que describe la realidad actual en que nos han metido y la flojera de nuestr actuar como pueblo.

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  2. Es decir algo muy fuerte con mucha suavidad, los malos de hoy hacen ver buenos a los de antaño

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  3. Hermosa remembranza Godo la cual nos ratifica que el pueblo de Guatemala no tiene memoria ,y como decía la persona que me antecedió (flojera para actuar)

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