Arzú Escobar concitando aversión a los libros

Texto | Godo de Medeiros

Al concitar sentimientos de aversión hacia una librería por tener a la venta títulos que a él lo perturbaron, Álvaro Arzú Escobar nos ha dado un pretexto para reflexionar sobre lo que en Guatemala han significado la manipulación y la hipocresía como negocios rentables.

El disgusto del diputado se produjo cuando vio en redes sociales un video con las portadas de algunos libros con supuesto contenido pedagógico sobre sexualidad.

Anticuado por tradición y linaje, Arzú Escobar sólo ha filtrado parte del pensamiento de la clase social responsable del atraso científico por el que la mayoría de habitantes de este territorio todavía no sabe distinguir quiénes son en realidad los responsables de que a fin de mes no le alcance el ingreso para cubrir sus gastos básicos o por qué tiene que prostituirse o aprender a matar y a robar para llegar a "ser alguien en la vida" (antes que mendigar un empleo mal pagado que además ni existe para ocho de cada diez personas en edad de optar a un trabajo remunerado).

Negar los avances científicos, pero sobre todo negar el acceso al conocimiento, ha sido una constante en Guatemala que acaso se interrumpió con las revoluciones de 1871 (Liberal) y 1944 (Democrática). La primera promovió la educación gratuita, laica y obligatoria, mientras que la segunda profundizó además los valores humanos y el deporte.

Pero cuando en junio de 1954 Estados Unidos instituyó en Guatemala el Estado de Bienestar para las elites mercantilistas, militares y estructuras criminales paraestatales (las encargadas de "hacer la limpieza social" en nombre de las primeras), la educación fue nuevamente utilizada no para el desarrollo sino para el deterioro de la calidad de vida de la población.

Para aquellos, la educación debe servir para que la niñez y la juventud aprendan a leer las etiquetas de los abonos y fertilizantes en las plantaciones de café, azúcar, banano y palma africana o para auto-adoctrinarse en la ideología política que difunden los pastores evangélicos pentecostales (sus aliados en la época de las masacres).

Arzú Escobar no es ningún bobo, pero al "ponerle el dedo" al negocio de libros  nos recordó también ese discurso de la tal injerencia en los asuntos soberanos que no lo es cuando un grupo de empresarios extranjeros le paga bajo la mesa al gobierno para que declare a Guatemala como capital mundial de la denegación de derechos.

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