Crueldad y avaricia


Por Godo de Medeiros / Imagen tomada de @fiaheisenberg

Al analizar las recientes actuaciones del Ministerio Público (MP), en las que nuevamente queda en evidencia la actividad procesal defectuosa y el irrespeto al derecho de defensa y de debida audiencia, uno no puede sino especular que en definitiva hay algo oculto de dimensiones verdaderamente espantosas detrás de esta persecución implacable.

Las capturas y el encarcelamiento injustificado de los jóvenes Marcela Blanco y Javier de León, así como de los adultos mayores Rodolfo Chang, Alfredo Beber y Eduardo Velásquez, constituyen, como ha escrito este viernes en su cuenta de la red social X el exembajador de Estados Unidos en Guatemala, Stephen McFarland, "una toma de rehenes" cuyos objetivos serían "crear miedo en la oposición, reforzar la disciplina en el pacto de corruptos, y tener algo para canjear".

McFarland ha observado una actitud ecuánime en sus juicios de valor sobre las realidades de nuestro país y su afecto por el pueblo de Guatemala no cabe duda de que es sincero, lo que lo convierte en un referente confiable. Por ello, el breve análisis que ha hecho en torno a las aprehensiones en las que otra vez participó personal de la Fiscalía General con los rostros cubiertos como si se tratara de delincuentes que asaltan un banco o ejecutan un secuestro, alimentan las sospechas de que aquí hay alguien reclamando cuentas que salieron mal. Y no se trata de ningún fraude electoral ni mucho menos del interés por esclarecer la supuesta destrucción de un patrimonio cultural que ni les importa.

Supongamos lo siguiente.

Usted viene a mi oficina en busca de dinero para comprar vehículos a tres de sus amigos que podrían ser elegidos como gerentes de la Fábrica de Tierras. Me da la seguridad de que todo está bajo control y que de los veinticinco aspirantes al puesto solamente ellos tienen posibilidades reales de ser nombrados.

Le pregunto que si es seguro lo que dice y usted me muestra incluso resultados de estudios donde sus amigos figuran como mejor calificados y me enseña documentos en los que aparecen los nombres de los integrantes de la junta calificadora a quienes les ha adelantado dinero por sus "buenos oficios".

Digamos que yo le he pedido a usted que me alquile las mejores tierras del norte y del sur, donde pretendo sembrar maíz de Paraguay y hacer palomitas para todos los cines de Canadá y Estados Unidos, puesto que traer el producto desde aquel país resulta demasiado oneroso por los pagos que se tienen que hacer en las fronteras y aduanas de cada país.

Usted entonces me aconseja que lo mejor es cultivar el maíz acá, cortarlo, procesarlo, empacarlo y exportarlo por mar, aire y tierra sin tener que dejar tanto dinero en el camino y mejorar de ese modo la oferta para los clientes de los cines y así obtener mejores ganancias. Para lograrlo, me ofrece los territorios que yo escoja, una vez cualquiera de sus tres amigos sea elegido gerente de la Fábrica de Tierras.

Pero si habiéndole anticipado dinero y habiéndole confiado mi negocio de palomitas de maíz me viene a decir meses después que ninguno de sus amigos fue elegido como gerente, ¿cómo espera usted que yo reaccione?, ¿que me vaya a embriagar a un bar y que lo olvide todo?

Mi problema no es contra quien haya sido elegido como gerente, porque yo no hice tratos con él ni me interesa. El asunto es que a mí los dueños de los cines ya me han depositado el dinero de las palomitas de maíz de las próximas tres temporadas y tengo que cumplirles sí o sí o me echan encima al FBI.

Es aquí donde usted entra en pánico por haberse gastado un dinero que no era suyo y haber prometido el cielo y las estrellas a alguien con quien no se puede estar bromeando. Y en aras de redimir sus malos cálculos, usted echa mano de su imaginación y se inventa cualquier cosa para ganar tiempo y hacerme creer que es una persona de buen corazón que espera "arreglar" el negocio fallido sin importarle hacer desgracia la vida de personas inocentes y cebarse contra quienes no le han hecho daño a nadie y que a lo mejor han debido pasar penas para conseguir un trabajo y sobrellevar la vida con angustias y limitaciones, pero con una dignidad que a usted le han negado su propia crueldad y avaricia. 

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