Ni mil verdades valen lo que una mentira

Texto | Godo de Medeiros

Toda propaganda o publicidad exitosa está basada cuando menos en una mentira. Para probar que esto es cierto basta con escoger y enseguida diseccionar el contenido de cualquier anuncio que ahora mismo esté en la televisión o el discurso de cualquier aspirante a presidente que en este momento circule en redes sociales. 

Quien no miente, no vende. ¡Así de cruel es la realidad! 

Y entre las mentiras que a diario compramos, algunas nos parecerán saludables acaso (pues no todas las mentiras son deliberadas), pero otras resultan francamente nocivas y repugnantes como las que mantienen en oferta perenne los grupos conservadores y fascistas de la derecha guatemalteca. 

A principios de la década de 1950, un publicista recomendaba a sus clientes anticomunistas en Guatemala que mintieran siempre «con la verdad». Y fue entonces que las mentiras ocuparon el lugar de las verdades y éstas el de aquéllas. El resultado exitoso de esta perversa estrategia propagandística fue el derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz y la consecuente institucionalización de la demagogia, el soborno y la corrupción como conductas inherente al ejercicio de la política y del poder. 

Hará unos cuantos días en que, en el contexto de la conformación de la terna de la cual sería designado el nuevo Procurador de los Derechos Humanos, un diputado de derecha compareció ante las cámaras de televisión diciendo algo parecido a esto: «Los diputados de izquierda querían un candidato afín a su línea ideológica, pero nosotros, que somos la mayoría, buscamos candidatos con pensamiento independiente, no ideológico». ¡Todo un lujo de mentira verdadera!

Nótese cómo el parlamentario utiliza hábilmente dos verdades para mentir con frescura.

Indudablemente, los tres o cuatro representantes de izquierda en la Comisión de Derechos Humanos integrada por 18 diputados(as) deseaban al menos a un comisionado de conciencia al margen del llamado Pacto de Corruptos. La otra verdad es que la derecha, efectivamente, es mayoría y siendo que las mayorías son las que terminan imponiendo su voluntad en las votaciones resulta una sátira de mal gusto llamar elección a un proceso en el que los votos de la minoría sólo sirven para legitimar los abusos de la contraparte.  

Por esos mismos días, si la memoria no me falla, el presidente de Guatemala reprendió a la comunidad de Estados americanos porque la Comisión Interamericana de Derechos Humanos incluyó al país entre los violadores de derechos humanos en su informe de 2021.  «Yo soy violador de derechos humanos (...) porque firmé el Consenso de Ginebra y tenemos una política que protege la vida desde su concepción» alegó el mandatario. ¡Otra alhaja de mentira verdadera!

Guatemala firmó el documento aludido siguiendo una línea trazada por el expresidente estadounidense Donald Trump y la Constitución Política de 1985 dice que (...) el Estado protege la vida desde su concepción. Pero al margen de estas verdades (el caso del artículo tercero constitucional resulta siendo una insolente falacia), el uso descarado del manual de propaganda de los años cincuenta del siglo pasado es nauseabundo.

Por si lo anterior no fuera suficiente, quien acaso sea el mánager de Consuelo Porras y de Rafael Curruchiche o el CEO (director ejecutivo, en español) de la Fiscalía General de la República, el abogado Raúl Falla, nos sorprende por la brillantez con la que usa el manual con correcciones de estilo atinadas (por sinceras, hemos de reconocer), aunque resulten ofensivas (por desvergonzadas).

En el marco de las acciones vengativas contra el personal al que se le vincula con la otrora lucha contra la corrupción y la impunidad y con las acciones que llevaron a juicio a militares procesados no por haber matado a guerrilleros en combate ni mucho menos por su ideología de derecha extrema sino por haber cometido crímenes de lesa humanidad que son imprescriptibles según los tratados y convenios internacionales cuya aplicación está garantizada en el artículo 46 del mismo texto constitucional que protege la vida desde su concepción, Falla justificó el despido de casi dos decenas de trabajadores del Ministerio Público con estas palabras: «Los mecanismos de inteligencia en el MP funcionaron. Es una decisión legítima y el primer paso fue la destitución de estas personas (...), el segundo serán acciones legales por posible incumplimiento de deberes (...); otros cambios se estarán concretando en los próximos días (...); la Subsecretaría General del MP, la Unidad de Escuchas Telefónicas y la Fiscalía de Derechos Humanos van a guiar esa brújula por el camino de la legalidad, no de intereses personales, espurios, o siguiendo una agenda de Estados Unidos». ¡Qué bárbaro este abogado! Muy bueno en el manejo de las mentiras verdaderas.

Este último ejemplo de propaganda exitosa nos recuerda las lecturas sobre la Operación Ira de Dios desatada por la Mosad por encargo personal de la primera ministra de Israel, Golda Meir, contra el grupo terrorista Septiembre Negro, que en 1972 asesinó a 11 atletas israelíes en una villa olímpica de Munich. Aquel fue un acto de venganza diseñado con las técnicas más ingeniosas de inteligencia que todavía fue mucho más ingeniosamente narrado en una novela por John le Carré.

Por supuesto que ni en fotos Consuelo Porras podría parecerse a Golda Meir (a menos que le encargue un retrato a la celebrada anciana que restauró un fresco del Ecce Homo) y desde luego que el personal que fue despedido del MP y quienes son perseguidos por atacar a las estructuras criminales y corruptas ni en broma se les debe comparar con los integrantes de Septiembre Negro, pero en virtud de que en Guatemala somos expertos en piratería, imitación y plagio de todo aquello que somos incapaces de crear o de siquiera imaginar, que no extrañen las acciones iracundas de venganza de quienes no pueden vivir tranquilos sin impunidad.

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