La silueta que se alarga desde el otro extremo del puente


Texto
| Godo de Medeiros

El zarpazo del gato negro me hizo pensar en voz alta: Este infeliz sí entiende de caricias”. Los dos ―porque había otro del color opuesto― ronroneaban a mi lado mientras entretenía el final de la tarde mirando la obra plástica de Nataly Guzmán instalada sin extremosidad en el corredor del Centro Cultural Mosaico Guatemala.

Me llevé una mano al gemelo de la pierna izquierda, donde trató de arar la garra, y regodeé porque no regresara con un tono escarlata como el de la Serpiente de Fuego que en aquel momento tenía delante de mis ojos.

Y para no entrecruzar mis afectos con las acrobacias felinas, me hice el desentendido y opté por obedecer a la curiosidad sin prescindir de la costumbre impune con la que solemos “interpretar” las obras que con audacia crea la gente ingeniosa tan solo para que nosotros las despedacemos en segundos en la afanosa búsqueda de los tres pies al gato.

De modo que frente a cada pieza fui ejerciendo con alevosía mi papel de inquisidor, “asignándole” a cada una su respectiva “influencia” o “escuela”, ignorando que en el mundo no existe nada nuevo, “sólo aquello que hemos olvidado”.

Cuando nos acercamos al objeto artístico (un poema, una escultura o un dibujo) incurrimos con frecuencia al actuar como si nos hubieran pedido nuestra despreciable opinión. Es entonces que brota la arrogancia que por fortuna nos conduce indefectiblemente al ridículo cuando intentamos “parecer” cultos evocando a Rembrandt y sus pájaros melancólicos o sus leones abatidos interiormente; al aún desconocido autor del Fresco de los Delfines, a Fukimo Nakashima desdeñando la alucinante composición de texturas, por no contradecir la regla de la “generalización” y hablar de un arte japonés o coreano o de las mandalas que nos remiten a raigambres milenarias como el hinduismo o la filosofía budista.

Es posible que la obra de Nataly Guzmán trasluzca elementos del dibujo de ilustración o del animado y que a lo mejor alguien “descubra” un atisbo de los na´vi en sus magras figuras femeninas.

Habida cuenta de que el arte es finalmente un producto espiritual que transmite emociones o estados de ánimo antes que sentencias o decretos, me he gozado dos de sus creaciones: Equilibrio y El Futuro en nuestras manos.

Frente a cada una he sentido el obraje de la artista acometiendo con la precisión que demanda la ingeniería y la tenacidad que exige el ingenio. Nada menos que la sensación que provoca el oficio honesto que llega a nosotros como una silueta que se alarga desde el otro extremo del puente.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente